Una historia de innovación y misterio, basada en hechos reales
Aunque él no lo sepa, Antonio no está solo. Algo ocurre que le está facilitando mucho la vida últimamente.
¿Quién será su misteriosa y eficaz ayudante tecnológica?
No te quedes con la intriga…
“¡Vaya descubrimiento de serie! Tengo que ponerme con ella ya”.
Fue el último pensamiento de Antonio antes de caer rendido en la cama con la tablet en sus manos. En ese momento, ella ya estaba a su lado, sin que él notara su presencia.
A la mañana siguiente se despertó perezosamente, era lunes y su rutina le esperaba.
Tras una ducha vigorizante y un tímido desayuno acompañado de un café cargado, salió de casa con el tiempo justo para llegar al trabajo, como ya era tradición.
Subió al coche y puso en el navegador la dirección de la fábrica. Sabía llegar de memoria, pero tenía la buena costumbre de consultar la ruta más rápida. En cuanto esta apareció en pantalla, se puso en camino. Ella seguía a su lado, ensimismada, a lo suyo.
Antonio no le hacía ningún caso.
Era lógico, no sabía que la tenía allí mismo, tan cerca y tan influyente.
Por fin llegó a la fábrica y ocupó su sitio en la oficina del Departamento de Comunicación. De camino, oyó algunas conversaciones.
En una de ellas, unos compañeros comentaban todo lo que había ahorrado la empresa en electricidad en los últimos meses. Ella se agregó brevemente a la charla, sigilosa.
Tras unas palabras con sus compañeros sobre el fin de semana, llegó el momento de ponerse manos a la obra.
Los lunes toca analizar la prensa de la semana anterior. Todo ello para ver si en algún medio se mencionaba a la empresa o si aparecía alguna información de interés para el negocio.
Arrancó el programa en su ordenador y éste identificó los correspondientes fragmentos de prensa de posible interés.
En principio, un lunes como otro cualquiera, con ella a su lado moviendo unos hilos invisibles.
Mientras continuaba frente al ordenador, escuchó a uno de los responsables de producción dar órdenes para reparar una prensa hidráulica que iba a fallar en los próximos días.
“¿Cómo podía saber eso? ¿Veía acaso el futuro?”, se preguntó.
Si pudiera hacerlo, ella hubiera sonreído ante esas cuestiones.
Llegó el momento de volver a casa. Pero antes, tocaba hacer la compra de la semana. Tuvo que esperar unos minutos para poder acceder al supermercado, en cuya puerta había un semáforo para regular su aforo y asegurar que se cumpla la distancia de seguridad.
Cosas de estos tiempos…
Necesitaba fruta, así que fue directo a ese pasillo del súper. Le apetecían cerezas. Echó un vistazo a la caja y vio su origen: Huesca. Estaban en el punto perfecto de maduración.
Pensó en cómo conseguirían que llegasen con tan buena pinta desde tan lejos. También reflexionó sobre cómo era posible que nunca se encontrara con ninguna defectuosa o en mal estado. Le vinieron a la mente los veranos en el campo con su abuelo, que estuvo toda su vida entre plantaciones.
Recuerda cómo le ayudaba a recolectar frutas y verduras y cómo había que desechar a mano las que estaban inservibles. “Imposible que eso lo hagan cereza a cereza”, concluyó para sí mismo mientras ella no le quitaba ojo.
Compra hecha, vuelta al hogar. Le gustaba subir por las escaleras, pero iba cargadísimo de bolsas… Llamó al ascensor y éste llegó más rápidamente de lo acostumbrado. Una vez dentro, se fijó en que los botones estaban nuevos.
Al momento cayó en que instalaron un ascensor nuevo hace pocos meses, de “última generación” le dijeron, aunque él no notaba la diferencia.
Con el ascensor subiendo, echó mano del recibo de la comunidad, que acababa de recoger del buzón. ¡Qué alegría! Había bajado un buen pico.
No sabía por qué, pero le encantaba. Ella seguía junto a él, invisible, maquinando en ese pequeño habitáculo.
Le parecía que ese momento no iba a llegar nunca, pero… ¡Por fin en casa!
Se puso cómodo y se sentó en el sofá mientras escuchaba a su grupo favorito. En ese momento, le vinieron a la mente muchas de las preguntas que se había hecho en el día.
Siempre fue curioso, así que las ganas de conseguir respuestas venció a su pereza. Tenía el portátil a mano y Google lo sabía todo, ¡A preguntarle!
Mientras navegaba, página a página, ella no se despegaba de Antonio. Completamente inexistente para él, transparente.
Pasaron unos minutos, los mismos que empleó Antonio en saciar su ansias de conocimiento. Y entonces… la vio.
Siempre había estado allí, “¿cómo era posible no haber caído en su presencia hasta ahora?”, se preguntaba.
Ahora todo cobraba sentido.
Las recomendaciones de su plataforma de streaming, llegar puntual al trabajo, cumplir fielmente con su obligación de los lunes, los comentarios de sus compañeros, la espera en el súper, tener comida en la mejor de las condiciones, el ahorro en electricidad gracias al ascensor nuevo…
¡Era ella la responsable!
Desde entonces, no pudo dejar de pensar en ella, en cómo le facilitaba las cosas, siempre cuidándolo y pensando en su bienestar y felicidad.
El comienzo de una historia que no tendrá fin, que los hace inseparables.
Y así es como Antonio conoció a la inteligencia artificial.
¿Quieres saber cómo la inteligencia artificial ayuda a predecir en qué planta se la va a necesitar? ¿O cómo se sabe el momento de maduración justa de un alimento para que coincida con su venta? Te lo contamos.